Exploremos cómo la autenticidad y la creatividad se encuentran con la realidad para generar un cambio real. Esta práctica puede parecer muy sencilla, pero es una de la que más rechazo genera cuando la enseño: hablar con la gente y explorar necesidades reales. Incluso a mi me cuesta, pero eso no quiere decir que no sea el camino a seguir.
A veces, la sala se queda pequeña. En aquellos talleres en los que te das cuenta de que los/as participantes están nadando en hipótesis de lo que funcionaría o dejaría de funcionar, es un buen momento para zambullirse en la realidad.

Bien sea bajando a la calle y entrando en tiendas reales, yendo al metro, llamando a negocios o directamente preguntando a compañeros/as de la oficina, deja que expongan sus ideas fuera de la burbuja protegida que suponen las salas.

Si esto no es posible durante la propia sesión, divide el taller en dos partes y pídeles que pongan a prueba sus ideas.
El principal aprendizaje que se suelen llevar los equipos con estas prácticas es que sus ideas o hipótesis no estaban fundamentadas en nada y son incorrectas.
Tras esta primera dosis de realidad (muy educativa), tiene otro impacto muy positivo que es que se tiene mucho más interés por escuchar a quien tiene el problema sin intentar imponerle la idea que ya traían de antemano.